Parejas con Cam: La amiga de mama

Desde hacía tiempo mi Madre había hecho varios cursos entre los cuales decidió a ejercer como pedicura en el consultorio de mi casa. La cartera de clientes iba rotando de acuerdo a la temporada. Un verano —ya hace más de diez— conoció en un supermercado a Silvia (su actual amiga). Por costumbre los viernes por las noches se quedaban hasta tarde conversando. Puesto que yo era muy chico, recién comenzaba a cursar la secundaria, me quedaba despierto hasta tarde y escuchaba las travesuras de ambas. Yo soñaba con grabar a la amiga de mi mama con la cam, y luego pajearme viendo el video porno.
Varios años después, puesto que por las noches me acostaba muy tarde, ya que no trabajaba. De vez en cuando me asomaba por la ventana y dedicaba el tiempo a contemplar la noche. Sin embargo, todo comenzó un fin de semana y de madrugada. Había quedado dormitando en la silla y leyendo un libro de Bukowski. Había sentido frío e inconcientemente me levanté asustado y desde el quinto piso de mi habitación pude contemplar la avenida desértica. Un viento salvaje hacía crujir las ramas de los árboles. Al rato, divisé el edificio de enfrente y alcancé a distinguir en el tercer piso a una mujer cuya características femenina no había reconocido hasta ese momento. Agarré mis binoculares y la vi desnuda. Absorto de la situación deduje que fuera la amiga de madre, Silvia. La vi apoyarse minuciosamente con los brazos flexionados hacia delante, en un sillón, como si quisiera descansar. Luego se levantó la falda y dejó el culo al descubierto. El desconocido la sujetó del pelo y al mismo tiempo la empujó hacia abajo y como obligándola, forzándola, pues rápidamente se bajó el pantalón y sacó la verga y se la metió. Los vaivenes fueron prolongados. Me excité viéndolos y me froté la verga. Me estremecí y empecé a hacerme una paja. Quizá hubiera disfrutado cómo seguía cogiéndola, pero el desgraciado se desprendió de Silvia y cerró las cortinas y apagó las luces. Esperé a que volvieran a la escena, pero no fue así, traté de imaginarla, tenerla en mis brazos, soportar sus kilos encima de mi cuerpo en dónde yo podía descargar mi calentura. Pero la noche fue larga. Pues entonces decidí quedarme todas las noches hasta tarde para ver si cabía la posibilidad de volver a visualizar la escena que había dejado en mi memoria. A veces amanecía y de vez en cuando no tenía noción de la hora y me quedaba dormido sentado en una silla. Pues pasaron días y semanas. Un mediodía, después de salir de la casa de un compañero de las escuela me fui a mi casa. Entré a mi habitación, me saqué la remera y los zapatos y me tiré en la cama. Encendí el equipo de música, levanté el colchón y tomé todas las revistas pornográficas. Comencé a recorrer página por página y a masturbarme. Traté de imaginar a Silvia con ropa interior. Agité mi verga hasta sonrojarla. Cuando sentí que iba a terminar y acerqué una de las revistas y descargué toda la leche en las hojas donde yacía desnuda Maribel Verdú, para mí, la más semejante a Silvia. Cerré los ojos y cuando advertí que la ventana estaba entreabierta, caí en la cuenta que tenía los pantalones bajos, de modo que me los subí y me acerqué a la ventana y al reparar el panorama, creyendo que estaba solo, clavé la vista en el edificio de enfrente. Silvia abanicaba las manos, emitiendo saludos intempestivos. Enmudecido le devolví el saludo. Pues corrí la cortina y me tiré en la cama. Estaba cansado. Luego pensé si me había visto, pero no le di importancia. Le hice caso omiso. Al día siguiente, tomaba café en la cocina con mi madre. De pronto sonó el portero eléctrico. La voz sensual de Silvia me estremeció al escucharla por el alto parlante. Mamá me guiñó un ojo y le dio acceso para que entrara al edificio. Los tres en la cocina, dispuestos a seguir una conversación, fue cuando mamá con un tono entrecortado, dijo:
—Andá… —carraspeo— Hasta la farmacia y cómprame gasas y una botella de alcohol.
—Bueno… —dije y salí corriendo.

Cuando volví, con el paquete de gasas y alcohol en las manos, encendi la camara por si tenia la suerte de pillarla follandomela como unas de esas parejas amateur, fui hasta el consultorio (en realidad un biombo separaba del living) y le se lo alcancé.
—Pasá hijo, que estoy cortando las uñas solamente.

Silvia sentada en el sillón con las piernas extendidas y los pies al descubierto apoyados uno junto al otro en una pequeña silla de terciopelo azul, provocaban una sensación rara. La miraba obsesivamente. Hasta creo que mi madre se había dado cuenta, pero no me importaba, seguía hipnotizado.
—Me trajiste algodón en vez de gasa —gritó ofendida— deja que voy cambiarlo. Hácele compañía a Silvia. Que tardo unos minutos —salió sin prisa, cómo cuando no hay urgencia.

La soledad entre los dos, me enmudeció, quizá fue el frío. Iba a decirle algo pero Silvia me interrumpió.
—¿Querés coger conmigo?— su voz era casi inhumana.
—¿Qué? —me reí.
—Coger. Ahora, acá. Mirá —abrió las piernas.
—En serio me decís —hablé desganado.
—Dale. Coger. Un polvo rápido —ronroneaba— Hace mucho que no tengo una verga adentro. Estoy tan caliente que me duelen los ovarios. Mirá.
Se levantó la pollera. Me tomó de la mano y se la llevo en el pubis.
—Sentís. ¿Sentís cómo late? Un polvo nada más. Me la metés y listo.
—¿Qué? —volví a preguntar.

Se arrodilló y me bajó el cierre. Los besos en el glande fueron continuos y sensuales. Provocaron que mi verga se parara como un tronco. Mi polla erguida era grabada mientras succionaba mi glande y todo quedaria guardado en la cam. Chupaba. Chupaba y succionaba desesperada.
—¿Te gusta? —preguntó.
—Sí —le dije.
—Bueno. Ahora quédate quietito sí, no te muevas que…

Me subí en la camilla y de cuajo me bajó los pantalones hasta las rodillas. El clima se prestaba para cualquier locura. Con el poco tiempo que nos quedaba, Silvia se subió encima y comenzó a cabalgar. Por incomodo que me sentía, logré romper mi propio record en terminar. Me puese en una posicion donde la cam lo guardara todo, un sitio estrategico con luz donde follarme a mi pareja. Ella, descabellada, sacada, y creo que, demoníaca se movía ligeramente como ansiosa para no soltarme jamás y que no me fuera nunca de la posición. De cuando en cuando, rogaba que mi madre tardara más de la cuenta. Sin avisarme salió y empezó a chuparme la verga. Mi cuerpo tiritaba de emoción o de nerviosismo. Me senté en la punta de la camilla con las piernas abiertas y la amiga de mi madre se hundió en mi selvática y negra verga. Agitaba mi verga. Se la metió toda en la boca.
—Para, para —grité— que voy a terminar.
—Mmmhhh… qué me importa. Me tomo toda la lechita papito —hablaba como ahogada— ¿Te gusta? Mirá.
—Aaahhh… —grité por dentro y apretando los dientes.

Se tragó toda la verga y le largué toda la leche en la boca. Fue la sensación más placentera que jamás había tenido. La contemplaba como se obsesionaba en no desprenderse de mi verga. Sacó la cabeza de entre mis piernas y me miró a los ojos y pincelaba el glande con la punta de la lengua. Con el dedo índice, juntaba la leche que había quedado en las comisuras. Se lamió como una gata. Nos arreglamos y volvimos cada uno a su lugar. Yo cogi la cam y me la meti en el bolsillo esperando ver en casa la filmacion para hacerme un pajote y dejar el video guardado en la carpeta de parejas amateur
Pues mamá entró haciendo ruido con el cerrojo de la puerta. Creo que lo había organizado todo. Más que eso, las dos fueron cómplices.
—Y… ¿Cómo la pasaron? —preguntó cuando dejó el paquete encima de la mesilla de luz.
—La verdad nena ¿qué tenés un hijo tan tímido que ni habla —lo dijo y me guiñó un ojo.

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